RECUENTO
Premio Ala Décima 2004
Los Césares perdidos,
de Odalys Leyva

En el cuarto concurso nacional Ala Décima, correspondiente al año 2004, participaron más de 50 obras procedentes de todo el país. El jurado, integrado por Luis Hernández Serrano, Olga Lidia Pérez y Modesto Caballero, todos miembros del Grupo Ala Décima, otorgó entonces el primer premio al cuaderno Los Césares perdidos, de Odalys Leyva Rosabal.
Nacida en 1969 en Jobabo, Las Tunas, desde niña fue a residir con su familia a Guáimaro, Camagüey, hasta que recientemente se trasladó a la ciudad capital de la provincia tunera. Es una de las voces destacadas de la poesía cubana actual, en especial la escrita en estrofas de diez versos. Cultiva también la literatura para niños. Ha publicado poemarios en Cuba y México y obras suyas han aparecido en revistas y plaquettes. Ha recibido numerosos galardones por su obra en verso y prosa. El más relevante, el segundo premio alcanzado en este 2006 en el concurso iberoamericano Cucalambé con su libro inédito Los Césares perdidos. Preside el Grupo de poetisas “Decima al Filo”, el cual fundó en el 2002, agrupación con la que el Grupo Ala Décima mantiene relaciones de estrecha colaboración.
Como es habitual, el Grupo Ala Décima publicó, en humildísima edición, un folleto con los versos de Los Césares perdidos. En su prólogo, con la firma de Luis Hernández Serrano, presidente del jurado, se comenta lo siguiente:
“Los inefables tropos que deambulan serenos entre las 905 palabras de Los Césares perdidos, cantan por los versos de esta “convicta” de la poesía, nueva Ariadna que ve romperse el hilo y no claudica desde su “extraña soledad”.
“Su imaginería refleja motivos de toques existenciales y ella sabe muy bien por qué revela que al final sólo hay el muro/ de un hospicio donde abjuro/ de todo Que nada importe/ cuando he perdido en el norte/ de otro cuerpo mi futuro”.
Ofrecemos, como de costumbre, un fragmento de la obra de Odalys premiada en el IV concurso nacional Ala Décima.
LOS CÉSARES PERDIDOS
Para R. G. S.
Porque he llorado al César tantas veces
en mi difícil traje de ermitaña
la soledad en mí no es cosa extraña
aunque el fuego desnuda mis reveses
¿Dónde guardo el calor que largos meses
disfrutara mi cuerpo lisonjero?
¿Adónde ha de partir mi desespero?
Ave César desata tu lujuria
que mi cuerpo se funde en la penuria
como el magma en volcánico aguacero
II
Me perturba tu indómito ostracismo
(mi remedio es oculta paradoja)
Si no valgo ante ti si soy la floja
mordedura si el trono no es el mismo
por qué voy a rendir a tu egoísmo
una lágrima más Tu ciencia fría
se resume en vulgar paleografía
mientras yo de tu inútil parquedad
construyo lentamente una ciudad
sin la praxis de tu filosofía
III
Será la piromancia tu obituario
cuando el cuerpo su llanto ya no calme
pero serán mis lágrimas la oxalme
que guardará tu grito reaccionario
Roma tendrá en secreto el relicario
de aquel dolor pasado
ya neolítico
tu recuerdo caerá sobre lo mítico
de mi propia leyenda sin fisuras
Será un placer cargar mis helgaduras
con tu obsoleto salmo de amor crítico
IV
Qué absurda la marioneta
que en las noches sin relente
echó su savia elocuente
en mi paciencia discreta
Fui rehén la fácil treta
quedó escondida en mi espejo
(alguien frunce el entrecejo
cuando en pequeña venganza
pongo infiel en la balanza
el rostro del que me alejo)
V
¿Por qué mi ropa raída
si los dulces manantiales
que conservo son iguales
al agua de mi partida?
¿Por qué la herida? ¿Mi herida
no acaba en el Coliseo?
¿Quién soy? ¿Quién soy si ya veo
como Ariadna roto el hilo?
Soy Penélope y vigilo
el retorno de Odiseo
VI
César ¿sabes qué presagio
se hunde en mis carnes? Traición
purgada en la salvación
es mi suplicante adagio
Roma no sabe el naufragio
que en tus paredes se oculta
César el placer sepulta
las piedras de mi paciencia
porque en mí estalló la urgencia
de un abandono que insulta
¿Temes a la maldición
al acoso de una brújula
que te guía hacia mi esdrújula
y noctámbula pasión?
¡No soy la superstición
que huyendo del espectáculo
echa flor en el umbráculo
ciego de una luz proterva!
César la dama y la cuerva
se redimen ante el báculo
VII
Porque en Roma no ha llovido
al fragor de la costumbre
es que padezco esta herrumbre
con fantasmas del olvido
¡Qué terrible es el descuido!
Al final sólo hay el muro
de un hospicio donde abjuro
de todo Que nada importe
cuando he perdido en el norte
de otro cuerpo mi futuro

Los Césares perdidos, óleo sobre tela de Carlos Rafael Vega, miembro del Grupo Ala Décima; obra inspirada en el cuaderno de Odalys y entregada a la autora en la ceremonia de premiación como parte del Premio. Utilizada al año siguiente como ilustración para la portada del folleto publicado.

Carlos Rafael Vega (Ciudad de La Habana, 1968. Ha recibido numerosos galardones en salones de artes plásticas).
Fotos: Tamara Gispert, colaboradora destacada de Ala Décima.