Cuba Ala Décima

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viernes, octubre 20, 2006


20 de octubre, Día
de la Cultura Nacional

LA DÉCIMA EN EL CRISOL
DE LA NACIONALIDAD


Por Pedro Péglez
González
(Publicado en la edición digital
del periódico Trabajadores)


No de balde la imprescindible poetisa, investigadora y profesora Mirta Aguirre escribió, refiriéndose a la décima: …porque ella nació primero/ y nuestro pueblo después.

Y es que, antes que los nacidos en la isla tuvieran conciencia de su cubanía, cuando todavía la pertenencia de Cuba a España era asunto no cuestionado por la intelectualidad criolla, ya la décima era sin embargo empleada por ella misma, dentro del panorama fundacional de nuestra literatura, para expresar sentimientos que reflejaban una “independencia”, al menos de aspiraciones e intereses de los naturales de la mayor de las Antillas con respecto de la metrópoli.

El hecho decimístico que más se recuerda en este sentido, por su emblemática connotación, es la larga tirada en décimas con que en 1762 una dama de la alta aristocracia habanera, la Marquesa Beatriz Jústiz de Santa Ana, se quejó ante el monarca español por la ineficacia de las tropas coloniales en la defensa de la ciudad, finalmente tomada por los invasores ingleses. Mensaje que, por cierto, fue recibido por el rey, no con la debida deferencia por la seriedad de su intención, sino con sorna rayana en el desprecio, toda vez que para entonces la décima había perdido en España el sitio de privilegio de que gozó, tras su nacimiento, durante los llamados Siglos de Oro (XVI y XVII) y sólo concitaba el desdén de la más rancia intelectualidad española, por considerar a la estrofa sinónimo de mal gusto, empleable solamente para temas de poca monta y por tanto no merecedora de ser considerada poesía. Tales actitudes, diametralmente opuestas, hacia un suceso de creación artístico-literario, ya reflejaba -por supuesto que discretamente- una diferenciación en la espiritualidad de los peninsulares y los criollos de la época.

Diferenciación que por cierto se fue acentuando en el decurso de aquellos años: Mientras más preterida era la décima en la nación que le sirvió de cuna, más hondas raíces echaba en Latinoamérica, sobre todo en el Caribe, y muy en particular en Cuba.

Entre aquel período de la Marquesa -que algunos historiógrafos de la literatura cubana denominan neoclásico, y que tuvo entre sus figuras pinaculares decimistas de la talla del Padre Capacho- y el primer período romántico de comienzos de la centuria decimonónica, transcurre un sostenido proceso de enraizamiento de la estrofa en el naciente imaginario popular cubano, que participa indudablemente del crisol en que se fragua nuestra identidad nacional.

En ese último período mencionado, cuando ya se aprecia con mayor evidencia la gestación de un sentimiento independentista, descuellan figuras como José Fornaris -a quien la tradición oral atribuye el concepto de que la décima es la estrofa que mejor identifica nuestras raíces, si bien tal definición no puede certificarse con documento escrito alguno-, y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé (foto de la derecha), que con sólo algo más de 30 años de existencia se convirtió en la figura más significativa de la décima cubana en el siglo XIX. Y no hay que olvidar, además, que ambos, Fornaris y El Cucalambé, fueron los forjadores de las dos primeras tendencias conocidas en nuestro incipiente panorama literario, el criollismo y el siboneísmo, ambas connotativas de un evidente proceso de autoidentificación del pueblo cubano.

El hito definitivo y definitorio sobrevendría ya avanzada la segunda mitad del siglo, en lo que ha dado en llamarse segundo período romántico, cuando la décima, a más de su cultivo por la pluma de una amplia nómina de entre los escritores de la finisecularidad, señorea en los campos insurrectos -expresando con ello lo más avanzado del pensamiento, el sentimiento y la voluntad de una nación empeñada en hacer valer una identidad ya autorreconocida- de la mano y la voz de los mambises, fenómeno del cual da fe José Martí en su obra Poetas de la guerra.

No de balde otro imprescindible, Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí (foto de la izquierda), la figura más significativa de la décima en el siglo XX y uno de los poetas más populares del panorama literario contemporáneo en Cuba, resumió de algún modo este proceso de asimilación, integración y ascenso de la estrofa de diez versos en la ruta crítica de la nación cubana con su largo poema Canto a la décima criolla, recogido en el libro que lleva por título el primer verso de ese conjunto: Viajera peninsular,/ ¡cómo te has aplatanado!/ ¿Qué sinsonte enamorado/ te dio cita en el palmar?/ Dejaste viña y pomar/ soñando caña y café,/ y tu alma española fue/ canción de arado y guataca,/ cuando al vaivén de una hamaca/ te diste a El Cucalambé (…) Pero cuando al monte fue,/ Cuba, en su corcel montada,/ y la manigua incendiada/ dio un grito y se puso en pie,/ abriste surcos de fe/ para sembrar patriotismo;/ y ya con un espejismo/ de libertad y derecho,/ te brillaron en el pecho/ diez medallas de heroísmo.

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