Cuba Ala Décima

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martes, enero 10, 2012

XXI Feria del Libro Cuba 2012

Este Sábado del libro,
el último Premio Cucalambé

El libro de los desterrados, Premio Iberoamericano Cucalambé 2010, de Carlos Esquivel y Diusmel Machado, será presentado en la acostumbrada cita sabatina, en la calle de madera frente a la Plaza de Armas. De ese volumen, ofrecemos aquí el poema Elefantes en un bar apacible del sur

Carlos Esquivel (a la izquierda) y Diusmel Machado, en julio del 2010, tras recibir, en el Catauro de la décima de la XLIII Jornada Cucalambeana, el Premio Iberoamericano Cucalambé por la obra escrita entre ambos: El libro de los desterrados. Foto: Mayra Hernández Menéndez.


La cita es el ya inminente día 14, a las diez de la mañana. Prácticamente en las vísperas de la XXI Feria del Libro Cuba 2012
, el tradicional Sábado del libro (calle de madera frente a la Plaza de Armas, en La Habana Vieja) servirá de escenario a un nuevo lanzamiento, con la presencia de sus autores, de El libro de los de
sterrados, Premio Iberoamericano Cucalambé 2010; presentado inicialmente por la Editorial Sanlope en la pasada Jornada Cucalambeana.

De El libro de los desterrados hemos publicado en nuestro sitio, de Diusmel Machado Estrada (Guáimaro, Camagüey, 1975), los poemas Postales del forastero, Eliseo Diego: Oscura cena mexicana, Monólogo del trashumante, La piel del siervo y Flotante alrededor del iceberg.

Pertenecientes a ese mismo libro, de la autoría de Carlos Esquivel Guerra (Elia, actual municipio de Colombia, Las Tunas, 1968), han aparecido aquí los textos titulados El año de los campestres, Traducir a José Martí en rumor de vuelo, Túneles de Claudio, François Villon en Nantes, Díptico de Lezama Lima, José Kozer escucha las canciones de Roy Orbison, Hablo con Nairi Zaran en un puente de Armenia, Aprendices de forasteros, Federico García Lorca en Nueva York, José María Heredia, José Martí, El arca, Fe de erratas y Treno casi del desterrado. De ese autor y ese volumen, es este otro poema:


ELEFANTES EN UN BAR APACIBLE DEL SUR

No me duelen más cosas que los dolores que no tuve. El dolor de temer a las imágenes de esa lluvia parecida a la lluvia habanera, las montañas cercadas por unas máscaras de frío, mi dolor de muerte: prohibido por el aire efímero de los recuerdos que regresan una y otra vez. Así he puesto nombre a esas sombras. Así he puesto mi olvido en ellas.

Una carta de Heberto Padilla, un fragmento de una carta, que escribió a su amigo Carlos Ojanes. Y este me lo resume años después: Le obsesionaban pocas cosas, no era un hombre del exilio, y sí lo era, porque presiento que no pertenecía a sitio alguno, en todos era un extranjero, un ser desterrado.


1

Dios bebía en la taberna de Quinta y 44. Dios estaba en un teatro judío viendo la pierna de Bob Kaufman (una eterna obra del hombre judío). Dios limpia un auto en el frío (un Ford del ´53). Hay una foto después: un ojo blanco y vacío.

2

Dios era morir por mí que no moría por nada. Dios también era la espada y el elefante, un rubí, aquel griego que yo vi, tatuado por un recluso. Dios era un verde inconcluso. Dios era el pulpo en Manhattan, y era la oveja que matan en un Sócrates confuso.

3

Dios es el perro remoto que se acerca aunque peligre. Dios es la forma del tigre en Borges. Dios es la oreja de Van Gogh, la mano vieja que sostiene aquella foto: el fuego inútil y roto por un aro de cristal. Dios era el Whitman de nieve que vigila con su leve máscara todo el final.

4

Se abre el telón y aparece Dios en su caverna, el buey a su lado no es la ley de Jonás, pero padece. Dios como un árbol padece el final de su obituario. Revisen en su diario: una florecita quema al relámpago (un poema siempre dirá lo contrario).

(El hombre camina y piensa, cuando ve llegar a Dios, quiere hablar pero no hay voz, y mira la calle extensa donde huir no recompensa esa herida que sutura: ¿escapo o no? La locura no me salva, estoy despierto, o escribo que soy un muerto ante Dios, una basura).

—Perdón. Soy un miserable.

—No tienes alma mejor.

—Es mi metal del dolor: él me convierte en culpable.

—La culpa es sólo probable, y vive a tu alrededor.

—¿Moriré?

—Nunca.

—¿Señor?

—¿Sí?

—¿Por qué no desmorona mis huesos y me perdona?

—También Yo entiendo el dolor.


Vea en Decimacontexto:

Apuntes para un destierro necesario (Palabras de presentación de El libro de los desterrados)

Oros acercamientos a la obra poética de Carlos Esquivel, mediante estos enlaces, en el blog Laberinto del Torogoz y en la antología on line Arte poética. Rostros y versos, ambos del poeta salvadoreño André Cruchaga. En su amplia y reconocida trayectoria literaria, Carlos Esquivel cuenta con el Premio Nacional Cucalambé 1998 por su decimario Perros ladrándole a Dios, y en el 2005 el Premio Iberoamericano Cucalambé por Toque de queda. En nuestros archivos, puede ver trabajos suyos de pensamiento como La décima en el cine: “Elpidio Valdés” y otros filmes cubanos y El cine en la décima, fragmentos de un mismo ensayo. En febrero del 2010, Carlos ingresó al Grupo Ala Décima, al cual prestigia con su sentido de pertenencia.

Visite el sitio personal de este autor en Tunarte, portal de la cultura tunera.

MÁS SOBRE ESCRITORES DECIMISTAS DE ESTA PROVINCIA:
LAS TUNAS

(Ese mismo enlace lo encontrará en el panel derecho de este sitio, donde aparece archivada abundante información sobre nuestro quehacer, dada la poca visualización que ahora tenemos de las últimas entradas publicadas, por razones técnicas que no dependen de nosotros. Proponemos a nuestros lectores ver allí, bajo el acápite ASOMOS A LA DÉCIMA EN… diversas aproximaciones a los escritores decimistas en las provincias cubanas y otras naciones de Iberoamérica).

CON ESTE ENLACE, GANADORES DEL PREMIO IBEROAMERICANO CUCALAMBÉ EN LOS AÑOS 2000 AL 2008

EN NUESTRA SECCIÓN CUCALAMBÉ, VEA ÍNTEGRAMENTE ESTOS LIBROS GANADORES DEL PREMIO IBEROAMERICANO CUCALAMBÉ:

(In)vocación por el paria, de Pedro Péglez González (2000).
Examen de fe, de José Luis Serrano (2001).
Otra vez la nave de los locos, de María de las Nieves Morales (2002).
Cántaro inverso, de Pedro Péglez González (2004).
Toque de queda, de Carlos Esquivel (2005).
Atormentado de sentido, de Ronel González (2006).
Bitácora de la tristeza
, de Alexander Besú (2007).
Los Césares perdidos, de Odalys Leyva (2008).

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