Poema premiado en el
concurso
Tina entre nosotros 2013
En
el Concurso
Tina entre nosotros correspondiente al 2013, convocado por la biblioteca
Tina Modotti, merecieron primer premio compartido un trabajo audiovisual de Jesús
Herrera y un poema en décimas de Eutiquio
Tartabull, así como
tercer premio para un poema en versos libres de Ángel
Gutiérrez. El poeta y narrador Eutiquio
Tartabull Soto (Ciego de Ávila, 1931), residente en Cojímar, municipio de La Habana del Este,
es de los más fieles amigos de la peña
semanal sede del Grupo
Ala Décima. Tartabull estudió Medicina hasta el
tercer año, pero luego se dedicó a la Contaduría, en la cual se desempeñó hasta su jubilación. Su
obra en versos recorre variados ámbitos estructurales, pero hay en ella sitio
de especial cariño para la décima, que cultiva con pasión condimentada por la
noble influencia de un hermano común, el emblemático poeta decimista pinareño Lorenzo
Suárez Crespo. De Tartabull hemos publicado antes sus poemas en una estrofa
titulados La caída del halcón, Fogata jimagua y Pasión
sublime. Ofrecemos ahora su poema premiado en el referido certamen:
Traigo una historia
escabrosa
nacida allá en Udine,
y a contar la esencia vine
de un lucero que reposa
con luz propia, en la losa.
Esa flor, pujanza y sueño
madurada en zafio empeño
por la cortante centella,
en lumbre azul que descuella
por su mártir desempeño.
Era en su pueblo pequeño
una estrella amenazada
de morir en luz quemada,
sin cumplir en vida un sueño
ni en suelo veneteño.
En su patria no cabía
por la epidemia que hacía
diana en su tripa callada.
Con esa cruel estocada
en silencio fenecía.
Pudo elegir otra tierra
para elevar su bandera,
con el filo que aligera
mutaciones que la aterra
de un ámbito en la sierra.
Le limito en pecho urgido
por girasol renacido,
y hablar de sí no me atrevo,
porque hasta el púlpito elevo
su nombre en luz posterido.
No controlo sentimientos
de algún labio inocente
que mutila un astro ausente.
Calme Dios, viles fermentos
que son pinzas de tormentos.
Yo no juzgo el compromiso
con que amó y en vida quiso
dar un vuelco a la tristeza,
soledad que arde y pesa
como el mármol voladizo.
Cuando llego y no estás
siento
que el fuego resorbe mi alma,
lo digo y nada me calma
aunque la sangre del viento
me abisme con su lamento.
Hace tanto lo previne,
y en alas de lumbre vine
a equilibrar la balanza,
porque sin sol no descansa
su cuerpo ardido en Udine.
Imagen:
Tina, en foto de Edward Weston
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