De alta hospitalaria
Odalys Leyva
La imagen es del jueves, víspera del alta. La acompañan los también
miembros de nuestra agrupación Isbel
Díaz Torres (a la izquierda), quien cumplió la encomienda de lograr estas
instantáneas, y Luisa
Oneida Landín, vicepresidenta de Ala Décima, que fue ese día la “poetisa de
guardia” y organizó el dispositivo decimístico femenino del cariño en torno a Odalys
desde que fue operada.
CRÓNICA DE UN VALOR ANUNCIADO
Fui a verla al hospital el miércoles por la tarde. Sabía que había
estado, entre el salón de operaciones y la sala de recuperación (cuidados
intensivos), desde las 7 de la mañana del lunes hasta las 4 de la tarde del
martes, cuando regresó a su cubículo de la sala de Ginecología de la
instalación hospitalaria. Por sus pasillos iba yo ese miércoles, en su busca,
con el corazón apretado (los hombres somos por lo general más cobardes que las
mujeres para estas cosas), a pesar de que me habían mantenido eficientemente
informado de su satisfactoria evolución mis compañeras poetisas movilizadas.
Cuando abrí la puerta de su habitación, me volvió el alma al cuerpo: Odalys
estaba cómodamente sentada en un sillón de cuerdas de nailon, sonriente, sin
ninguno de esos andariveles (sueros, transfusiones) que por muy necesarios que
le sean a un paciente no dejan de producir en quien lo visita un efecto
impresionante. Tan bien la vi, que me di el “lujo” de dejarla para última en
los abrazos, después de nuestro profesor Roberto
Manzano, que estaba de visita, y de Lilia
Aurora Machado —Premio
del Grupo Décima al filo en el XII
concurso nacional Ala Décima 2012—, que era el miércoles la “poetisa de guardia”.
Yo sabía de la fortaleza de cuerpo y espíritu de mi hermana Odalys,
pero ella sobrepasó con creces mis expectativas. Después del beso y el apretado
abrazo —sin duda emocionados, como seres queridos que se encuentran tras
regresar victoriosos de una batalla—, me pidió que me sentara en su propia cama,
y aunque me había visto apenas pocos días atrás, me espetó con la graciosa
manía observadora de las hermanas:
— ¡Oye, yo te veo más gordito!
Mi estancia tenía que ser breve, por razones que no vienen al caso. Comentamos sobre la profesionalidad, rigor científico y calidad humana del equipo de
especialistas de la salud que la intervino quirúrgicamente y le dio atención en
su recuperación. Acerca de nuestra fotógrafa Tamara
Gispert y su esposo Carlos, quien trabaja en este hospital, y han estado
alrededor de ella desde su llegada a La Habana para la primera consulta. Me
habló contenta de que hayan podido acompañarla en estos días postoperatorios
las poetisas que lo han hecho, para favorecer el descanso de su esposo Jorge,
que ha estado junto a ella cada noche. Esto ha sido un valor añadido: el de que
Odalys
haya podido entrar en contacto con la obra de escritoras de versos que, o no
conocía, o no intercambiaba con ellas desde hacía tiempo.
Me presentó a
la otra paciente del pulcro y acogedor cubículo, una señora amable y simpática,
quien, cuando le dije que tenía allí a una poetisa importante, me respondió que
sí, que sabía que en ese cuarto todos, menos ella misma, eran poetas. Y yo le
rebatí cariñosamente que ella también, parafraseando aquello de nuestro inolvidable
Guillermo
Cabrera Álvarez: “Todos somos poetas, hasta tanto se demuestre lo
contrario”.
Ya tenía que irme, a mi pesar, y de nuevo afloraron abrazos y besos. Y
en la despedida, Odalys,
con su mejor sonrisa:
— Toma, llévate esto —y me entregó un manuscrito—, son versos que hice
poco antes de entrar al salón de operaciones, por si no te volvía a ver.
Se me hizo un nudo en la garganta, por la valentía de mi hermana y por
aquello de la carta del Che: “la
posibilidad real del hecho nos golpeó a todos”. Me excusé con el apuro, le
dije que lo leía después, volví a darle un abrazo y me marché.
Ya en el vehículo en que me llevaban de regreso, leí a mis compañeros de
viaje el soneto y la décima que Odalys
me había entregado, y todos nos conmovimos con la voluntad de vida de que eran
expresión. Comenté que publicaría aquí la décima, y que era una lástima no
poder publicar el soneto, a causa del perfil de nuestro sitio web. Sin embargo,
me convenció de hacerlo quien estaba al volante, Papo, el segundo jefe de
Transporte de nuestro periódico Trabajadores:
— ¡Publícalo
también, chico, es un caso excepcional! Y acláralo, que publicas un soneto por
excepción, así no violas el perfil del sitio.
Así que aquí
van los dos textos poéticos improvisados por Odalys
en estas adversas circunstancias. Van los dos, y no la décima sola, haciendo
caso a la joven sabiduría y sensibilidad de nuestro hermano Papo, que corrobora
la antes referida frase del Guille.
MINUTOS ANTES
DE LA OPERACIÓN
He de vivir la
luz de la esperanza,
fraguar mi libertad, vivir el Todo
donde mi cuerpo logre el acomodo
sin que dañe mi fe ninguna lanza.
La bailarina de
mi sueño danza,
en el Salón ha de dejar su lodo,
el médico saldrá de su recodo
con la alegría que el valor alcanza.
Saltar es un
remedio bien cumplido,
vivir la flor que Dios me ha deparado
sin el miedo latente y su gemido.
Ya no me quedan
dardos al costado,
soy el ángel de fuego agradecido
que vibrará sublime en el estrado.
DÉCIMA POR LA
VIDA
Y CANTO A MIS AMIGOS
Amigos, la vida
es larga,
tiene escalones el cielo,
lluvia que calma el desvelo
en su desnudez amarga.
No soy yo quien se aletarga
con un crujido de nieve.
Traigo el fuego que se atreve
a quemar el dardo oculto;
soy la dama que sepulto
el dolor. La vida llueve.
Etiquetas: Ala Décima, Ciudad de La Habana, Cucalambé, décima, Décima al filo, grupos, Guáimaro, libros, mujeres, poesía, premios
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