José Antonio Vilaseca:
del refinado humor
a la angustia existencial

El poeta estará hoy
en la Peña de Luis y Péglez

Un invitado singular tiene hoy, entre otros, la Peña de Luis y Péglez (sede del Grupo Ala Décima, en la Biblioteca Tina Modotti, Alamar, cada lunes a las 3 pm): José Antonio Vilaseca (Guanabacoa, Ciudad de La Habana, 1963), narrador y poeta que cultiva todos los moldes, pero defiende su preferencia por la estrofa de diez versos.

Una zona de su obra revela una curiosa capacidad para dotar a la espinela de una óptica humorística e irreverente a partir de un manejo lexical y tropológico de altos quilates. De todo esto da fe El libro de los cánticos (Editorial Unicornio, La Habana, 2001), volumen de décimas que mereció el premio en el concurso nacional de poesía Félix Pita Rodríguez en 1999.

Sin embargo, autor como es de múltiples registros, otro territorio de su lírica va a los laberintos íntimos del poeta ante sí mismo, con sus restas y sumas existenciales. Una muestra de ello es este fragmento de uno de sus poemas que ofrecemos a continuación. Vilaseca es miembro del Grupo Ala Décima en su filial del municipio de Guanabacoa, y nos acompaña frecuentemente en los encuentros literarios que promovemos.

DISCURSO TERAPÉUTICO DE ARJUNA

(Fragmento)

Es verdad, soy el más ruin
pordiosero de Calcuta,
el más obtuso, la ruta
he perdido en un confín
de lo azaroso —no hay fin
ni medida para el trueno—
es mentira que por bueno
fracasara mi tarea
de soñar, tras la marea
tiré talento en el cieno.
¿A quién le canto? ¿por qué
mi estrofa rinde tributo
a la luz, si voy de luto,
si minimizo la fe?
Estoy bebiendo el café
de la equidad en un foso;
lo vil ofrece reposo
a estos huesos en su estera:
adivino que me espera
la escarcha con su destrozo.