Cuba Ala Décima

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viernes, julio 31, 2009

Desde Matanzas

El luto fraternal se vierte en alta poesía

Texto y foto: Modesto Caballero Ramos

En la imagen, de izquierda a derecha, Luis Quintana y Tuto García, quienes terminaron empatados en el primer lugar de la competencia matancera.


Cuando César Vallejo escribió la elegía a su hermano Miguel, muchos pensaron que ya no sería posible escribir algo que igualara a aquellos versos. Y acaso tendrán razón quienes así piensen, me incluyo, porque César Vallejo era, como lo suelen ser casi todos los seres humanos, únicos e
irrepetibles en todos los aspectos, materiales e insustanciales de la vida, y la poesía no escapa.

Pero resulta que durante el llamado Primer Clásico de la Décima, celebrado el pasado 25 y 26 de julio en la ciudad de Matanzas, cuando le correspondió al poeta Tuto García sacar de una caja el papel con el pie forzado con el que tendría que improvisar una décima, y lo entregó al presentador del evento, éste, parsimonioso, dijo que si la poesía era mágica, más lo era la vida misma, pues Tuto acababa de sacar el pie forzado “frente al corazón de Cristo”, que pertenecía a una décima improvisada por un hermano del poeta, Manolito García, también estelar improvisador, fallecido a causa de un accidente el 20 de abril del 2007.

Un silencio como de cumbre absorbió entonces a las más de 700 personas allí reunidas. Casi todos conocían la tragedia, pues la familia García es la familia de la poesía improvisada en décimas en esa provincia, muestra de ello es que en este evento competía, además de Tuto, su otro hermano nombrado Amado.

Tuto se detuvo frente al micrófono bajo los acordes del tres y el laúd. Yo estaba apenas a dos metros de él y pude ver claramente el brillo infinito de sus ojos, donde se reflejaba toda la claridad de la tarde cuando, de forma fluida y con voz potente, aunque extremadamente emocionada, improvisó esta décima:


Un madero y una cruz,
un recuerdo que me asombra,

una amenaza de sombra
queriendo repartir luz.
Yo vivo con un capuz
que a duras pena resisto.
Por eso muchos me han visto
con el sentimiento blando
igual que un niño llorando
frente al corazón de Cristo.


¿Qué fue más intenso, profundo y conmovedor, el más cerrado aplauso de la jornada o los incontables rostros humedecidos por gruesas lágrimas de hombres y mujeres de todas las edades allí enmudecidos por el nudo que se les anidó en la garganta?

Fui testigo de este hecho y hoy me sigue conmoviendo la voz firme y emocionada del hermano émulo del otro gran poeta cantándole a aquel, que aunque no se perdió en el poyo profundo de su casa, aportó al canto del luto familiar, otra versión para el amor infinito al ser inolvidable.

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