Zulema de la Rúa,
enfermera y poetisa

Por Pedro Péglez González
Foto: Tamara Gispert

Hoy se celebra en todo el orbe el Día internacional de la enfermería, dedicado a quienes ejercen ese noble “arte de cuidar al paciente”, como dijo una entrevistada en reciente edición del periódico Trabajadores. Es una frase que me gusta, porque siempre he pensado que tiene mucho de artista el quehacer de los trabajadores de la salud. Incluso no creo aventurado establecer cierto paralelo entre las enfermeras y los enfermeros, por una parte, y los poetas, escritores y artistas por otra. Porque si los primeros contribuyen a preservar la salud —sobre todo corporal— de las personas, los últimos tienen por vocación la de enriquecer la salud espiritual de los seres humanos.

Lo fascinante viene entonces cuando uno encuentra, en una misma persona, los dos empeños. Es el caso de Zulema de la Rúa Fernández, joven enfermera de la sala de prematuros del Hospital Nacional, donde labora con pasión admirable, y también escritora que ya ha conquistado lauros en varios certámenes literarios, tanto en verso como en narrativa.

Zulema (Ciudad de La Habana, 1979) abordaba la poesía exclusivamente en verso libre, hasta que entró en contacto hace años con el Grupo Ala Décima, del cual se ha convertido en una incipiente colaboradora. De sus aciertos con la escritura poética en la estrofa de diez versos da fe el Premio Juventud Rebelde en el VII concurso Ala Décima, merecido por ella en el 2007 con su cuaderno Sed de ondina, caracterizado por un desbordante aliento pasional, que puede percibirse en estas estrofas:

III

Conquista
mi vellocino
escapa ya de Tesalia
(no existe la represalia
de algún tridente divino)
Desbórdate
en remolino sobre mi mar
Salamina
Que Ariadna niña mezquina
cabalga fiera al Centauro
al tiempo
que el Minotauro
se pierde en su trenza fina

IV

¿Dónde el símbolo
del beso?
¿Es eslabón de cadena que acrecienta
la condena del mar en el pecho preso?
Se impone en secreto un rezo
para Venus sin cintura Todo cuerpo
busca
y
jura frente al gesto libertino
torcer completo
el camino menospreciar
la cordura