de Emiliano Sardiñas
Texto y foto: Modesto Caballero Ramos
Para los amantes de la décima, única e indivisible, este lunes 16 de febrero en
Enterados por esos ecos perdidos en el éter, se personaron otros dos pilares de nuestro repentismo, que quisieron venir a Alamar para felicitar y compartir con el poeta amigo. Fueron ellos Orlando Laguardia y Juvencio Roselló, y para inundar con la maestría de su laúd, el maestro de este instrumento Miguel Rodríguez Águila. Bajo el árbol de uva gomosa donde hace 15 años y 7 meses naciera esta peña, se desarrolló el encuentro, al que acudieron amantes de nuestra estrofa nacional, al decir del poeta del siglo XIX José Fornaris. Al público inicial se sumaron personas que transitaban por la calle y al descubrir quiénes se encontraban allí, se quedaron aunque fuera del otro lado de la cerca.
El conductor de esta tertulia de cultura comunitaria, Pedro Péglez González, dijo las palabras de presentación. Enumeró las especiales características de nuestro invitado, que me hicieron recordar algunas de las valoraciones que días antes Péglez le había mandado, a su pedido, a una admiradora y conocedora de Emiliano, Norma Aida Borella, quien en la actualidad se encuentra haciendo un trabajo teórico sobre él:
“…Emiliano se destaca por un sello personalísimo que parte de su propia "sintaxis" personal en la que se entremezclan una sensibilidad muy rica, un ingenio criollísimo impactante, un dominio estrófico que nadie discute, y una agilidad para la composición versal que rebasa el promedio de muchos colegas. Esa combinación, extraña, por decirlo de algún modo, es lo que lo singulariza dentro de una pléyade ya muy amplia de repentistas cubanos del momento. Todo eso, por añadidura, va aderezado de una calidad humana que conmueve, y que hace que el público lo quiera y lo reclame con afecto especialísimo…”
Y es que verdaderamente, ese es Emiliano Sardiñas, el ya mundialmente conocido como “el poeta de la mochila”, el eterno joven improvisador, el amado y mimado por las multitudes amantes del repentismo, en Cuba, en muchos países de América Latina, en España y hasta en Francia, país a donde también llevó su singular forma de decir, acogida con entusiasmo.
Luego de narrar simpáticas anécdotas de su reciente estadía en Islas Canarias, comenzó la canturía entre él, Laguardia y Roselló. Fueron varias rondas donde se saludaban y se expresaban la mutua admiración, para culminar con el momento de los pies forzados. Péglez recordó entonces que Emiliano, en una de las primeras décimas que improvisó, hizo alusión a la entrega de su carné como miembro de Ala Décima y expresó que “es tener un ala más / para continuar volando”. Y retomando esa idea, le puso este pie forzado: “Un ala más para el vuelo”. Emiliano le pidió a Miguelito que tocara en tono do mayor, y cantó con fluidez la siguiente décima:
Esta peña semanal,
este camino rimado,
es un sitio inmaculado
igual que un limpio cristal.
Gracias, porque ya habitual
seré para este revuelo.
Gracias por el lindo cielo
que han querido regalarme.
Gracias a todos por darme
un ala más para el vuelo.
A pesar del encanto en que todos estábamos sumidos, hubo que terminar, porque el poeta tenía que hacer un largo viaje hasta su pueblito de residencia en compañía de su esposa y menor hijo, quien también nos cantó dos décimas, una de ellas dedicadas al maestro Orlando Laguardia. Y nos quedamos con miel en el pensamiento, porque hay sabores que jamás se nos borran de la memoria gustativa, y ese de este lunes 16 es uno de ellos.
Etiquetas: aniversario, décima, poesía, tertulia
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