Un canto a su capital
bolivariana
A CARACAS
Sube hasta el cielo, ciudad,
valle que asombra al perfume
desde un alba que resume
vocación por la humildad.
Rebota la inmensidad
en tus esencias de almíbar;
nunca verterá el acíbar
sobre tus labios la muerte
porque tuviste la suerte
de amamantar a Bolívar.
Mira El Ávila, adalid
sobre nubes en reposo,
cerro vivo y orgulloso
de su estampa, como el Cid.
Pulsa la honda de David
—aunque gigante es él
mismo—.
Adversario del quietismo,
por el cielo se desborda
como el fuego de la horda,
como un dios frente al
abismo.
En una tarde cualquiera
llegó hasta ti un peregrino
y hasta el polvo del camino
lloraba por su bandera.
Fue una estatua lo que viera
entre pasión y amargura.
Fue seducción y cordura,
bálsamo, tristeza, nombre,
el pan, los ojos... Un
hombre
te dio, ciudad, su ternura.
En el hierro y el cristal
se corona tu armazón
—majestuosa concepción—
que anima un aire cordial.
Hijos cansados de un mal
que fuera aullido de perros
hoy aniquilan tus yerros
para que, al punto, no
cobres
la venganza de las pobres
gentes que pueblan tus
cerros.
Etiquetas: décima, mujeres, poesía, Santa Clara, solidaridad, Venezuela, Villa Clara
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