Francisco Henríquez
canta al Indio Naborí

Al querido poeta Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, cuya desaparición física (30 de diciembre del 2005) recordamos días atrás en nuestro sitio, dedicó hace unos meses estas estrofas el poeta cubano Francisco Henríquez (Matanzas, 1928), residente desde hace muchos años en la ciudad de Miami, Florida, EEUU, donde dirige la revista de poesía Carta Lírica, con textos de autores cubanos radicados dentro y fuera de Cuba, y de otros países de habla hispana.

Henríquez es un frecuente partícipe de las Jornadas Cucalambeanas, en Las Tunas. Ha publicado 6 libros de poesía y decenas de cuadernos del mismo género, y entre sus numerosos lauros figura el prestigioso Premio “José Vasconcelos”, que cada año otorga el Frente de Afirmación Hispanista, radicado en México, organización que dirige el eminente hombre de letras Fredo Arias de la Canal. Francisco cultiva la décima con maestría, y sus estrofas de corte humorístico son deliciosas, como las que aparecen en nuestra sección Decimacontexto bajo el título EXPEDIENTE DECIMÍSTICO “LA GOTA DE FRANCISCO HENRÍQUEZ”.

En nuestros archivos, también puede encontrar, mediante los siguientes enlaces, su Diálogo poético con Ramón Espino, su poema Mi amigo el bastón, y sus décimas por el aniversario 86 del natalicio de Naborí (2008). Las que ahora ofrecemos, dedicadas a Orta Ruiz, están fechadas en agosto del 2009:

POR UNA ESTROFA CASTIZA

( 1 ) Para Jesús Orta Ruiz
cantar es una alegría
universal. Nunca habría
sin él, un verso feliz.
Su palabra es la raíz
del árbol de la belleza.
Río de una sola pieza
que la sequía no agota:
la eternidad de la gota
repetida en su fijeza.

( 2 ) Jesús Orta Ruiz le traza
a la décima altos vuelos,
los perdurables modelos
donde el verbo se solaza.
Su forma culta reemplaza
la vieja y gastada estrofa
de la que el vulgo se mofa,
desprecia y hasta ironiza,
por una estrofa castiza
que se eleva y filosofa.

( 3 ) Abrió nuevos horizontes
al sinsonte aplatanado
y se paseó por El Prado
la décima de los montes.
Así fueron los sinsontes
aprendices de su rima
y la décima aproxima
al estrado del salón
donde tenía el danzón
todo el poder de la cima.