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domingo, septiembre 26, 2010

Décimo aniversario del CIDVI

“Los sillones
más allá
de las estrellas”

Redivivo Naborí
en la Casa del ALBA

Si por algo fue este un genuino encuentro de homenaje, fue porque allí no se hizo más que ahondar en cómo hacer realidad los sueños. En cómo ponerse las mangas a los codos, sin reparar demasiado en la distancia hasta la nube, y empinar sin cansancio la mano hacia la altura, para traer a tierra lo soñado y darlo a los demás.

Y qué mejor tributo. Porque ese en esencia es el legado de perseverancia y dación que, en sus versos y con su vida, nos dejó a todos Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí.

De modo que fue mucho más que el anunciado cierre del ciclo de conferencias previsto en el programa por el décimo aniversario del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, y en las vísperas del Día de la Décima Hispanoamericana, cumpleaños del poeta.

La sencilla cita, en un acogedor teatro de la Casa del ALBA, en El Vedado, Ciudad de La Habana, contó con cuatro escritores como ponentes de otras tantas experiencias.

(…) El broche de cierre estuvo a cargo de Fidel Antonio Orta Pérez, poeta y profesor de Literatura, el hijo menor de nuestro padre espiritual, quien acudió acompañado de una amplia representación de los familiares, entre ellos su mamá, Eloína Pérez. Tras agradecimientos innecesarios, pero venidos de la modestia y bondad sembrados en él desde la infancia, Fidelito quiso compartir con el auditorio la experiencia de su intercambio reciente con estudiantes universitarios en Santiago de Chile, quienes le pidieron referencias vivenciales de su padre, el Indio Naborí.

Relató todo el encuentro con aquellos jóvenes, para terminar, como entonces, con una carta que Fide escribió a Eloína cuando cumplió 80 años, una misiva animada del deseo de sacar a la madre y a la familia toda del pesar por la muerte del padre, a quien, estaba seguro, no se podía mantener vivo en corazones apesadumbrados. Una carta que no llegó a enviar:

“No la envié porque pensé que mi madre, en vez de alegrarse, podría entristecerse con un texto que versaba sobre la muerte…Sí, claro, sobre la muerte de mi padre, ocurrida de forma inesperada…Fue precisamente ella la que más sufrió con aquel fallecimiento. Entonces su vida se convirtió en una peligrosa bruma de recuerdos. No era fácil, no era nada fácil despedir al hombre que…Cazador de altas músicas…Sueño de lo que canta:


No hay iris. Se difumina

el color de las violetas
y convivo con siluetas
en un mundo de neblina.
Una mujer me encamina

y de guijarros y abrojos
va librando mis pies flojos…

¡Ay, quién me diría que
los ojos que ayer canté
hoy fueran mis propios ojos!


No era fácil, no era nada fácil. Por eso pasaba el tiempo y ella seguía sumida en una tristeza sin final... Fue precisamente esa tristeza lo que motivó mi carta, una suerte de nueva invitación a la vida, de resurgir con el brío que emanaba del amor que ellos dos se entregaron durante casi sesenta años... La chispa que proclama la eternidad del fuego".

Vea completo el reportaje, mediante este enlace, en DECIMACONTEXTO.

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