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lunes, diciembre 14, 2009

Desde Las Tunas


Liliana Rodríguez Peña
y su poema
Resurrección del polvo

En el día del trabajador de la cultura cubana,
una creadora formada en talleres literarios


Por
Diana Cervantes Almaguer
Especialista de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé

La vida y la muerte, categorías que marcan el principio y el fin de la existencia humana, son a un mismo tiempo estados temporales por donde el polvo transita: barro, hombre, polvo… y otra vez hombre, en esta resurrección que Liliana nos propone. El insomnio, la soledad, la madrugada, conflictos que marcan la propia existencia del ser, el andar continuo por la vida en relación indisoluble con lo que lo sustenta; hacen de la vida un universo de alma y materia a favor de todas las interrogantes. Dispóngase usted a encontrar la respuesta en estos versos finales y tal vez, mañana… una resurrección.

Liliana Rodríguez Peña (Puerto Padre, 1991):
-Premio poesía en V Encuentro Nacional de Talleres Literarios Infantiles 2005
-Premio mejor poeta joven, Portus Patris 2009 AHS
-Premio Décima en Taller Literario Provincial 2009
-Premio Décima en Concurso del grupo Espinel Cucalambé 2009

Liliana es miembro activo del Taller de Repentismo Infantil del municipio Jesús Menéndez, de Las Tunas.


RESURRECCIÓN DEL POLVO

Con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que
vuelvas a la tierra porque
de ella fuiste tomado, pues
polvo eres y al polvo volverás.

Génesis 3:19


Quién dice que el polvo ha muerto
en la tumba del camino
si viaja en un remolino
de sombras hacia el desierto.
Si mis pasos son el puerto
donde un mar de polvo agita
sus olas. Si nos visita
la soledad con su luz
mi alma muere en la cruz
pero el polvo resucita.

Quise que el polvo tejiera
los sueños del caminante
pero en un sitio distante
el insomnio siempre espera.
El polvo es otra manera
para existir. Qué seremos
sin el polvo que traemos
en nuestros pies agotados.

Del polvo fuimos tomados
y al polvo regresaremos.

Quién dice que nuestro viaje
es el sol que nadie ve
si somos el polvo que
le da pureza al paisaje.
Nubes de polvo que traje
para un cielo en las mejillas,
su fantasma en las orillas
del otoño y he sentido
un aguacero de olvido
doliéndome en las costillas.

El polvo no tiene hermanos.
Bajo los pies del viajero
está su casa. Prefiero
la suavidad de sus manos
no hay puente ni compañía.
Solo en la melancolía
de su alma hay un después.
Sepulta bajo mis pies
sus hambres de lejanía.

El polvo es la rebelión
invisible de mis pasos.
Cuando sangran los ocasos

se me ahoga el corazón
en esta resurrección
del polvo en la madrugada.

Las piedras no dicen nada
en su andar por el vacío,
me pierdo en su desafío

hecho de humo y de espada.

El polvo fue mi soldado
en la guerra con el viento,
arrancó del firmamento
las ráfagas de un pasado
sin luz. Se fue de mi lado
y hoy ando con su espejismo
mientras siento en el abismo

su eco silencioso y triste.
¿Será que el polvo no existe
o es que el polvo es uno mismo?


Vea publicación original, mediante este enlace, en el sitio de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé.

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