De Ciego de Ávila

Herbert Toranzo
y su decimario
premiado
en Santa Clara

Foto: Yoel Farramola

A propósito de celebrarse hoy el Día Internacional de la Juventud, traemos a nuestro espacio a un destacado escritor joven. En julio pasado, en el contexto de las actividades de la Editorial Capiro por el aniversario 320 de la ciudad de Santa Clara, fue presentado, entre otros libros, el título ganador en la especialidad de décima en el concurso Fundación de la Ciudad el pasado año. Se trata de A revés de lo contrario, del poeta y narrador Herbert Toranzo Falcón (Ciego de Ávila, 1972), Licenciado en Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad Central de Las Villas (1995) y graduado del quinto curso de técnicas narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Antes había publicado los poemarios Puente sobre el Estigia (Ediciones Ávila, 2002) y Poemas casi humanos (Editora Abril, 2006).

Tanto en narrativa como en poesía, Herbert ha merecido varios galardones, entre ellos el tercer premio en la oncena edición del concurso Regino Pedroso (2006) por su poema en versos libres Circunstancias que ayudan y todo eso. Gracias a su fraternal colaboración, podemos adelantar, del decimario premiado en Santa Clara, este poema en décimas de metro alejandrino, el cual —a pesar de su título, pero a tono con el del libro— es el que da inicio al volumen:

EPÍLOGO

De modo que es posible cobrar por lo que debes,
y no pienso tomarme siquiera la molestia
de vigilar el pulso fallido de la Bestia.
Nadie se canoniza por milagros tan leves.
Que en París cualquier día lluvioso sea jueves
o haya un charco de frío sobre mi corazón
no es la prueba —y en esto me darás la razón—
de que exista la lluvia sin París otro día.
(Yo, en mi lugar, a falta de leña, encendería
la esperanza que otorga la desesperación).

Nos veremos en una de esas caras adversas
que intuyo en ocasiones al volverme de pronto
y arreglar mi perfil —el clásico, el más tonto—
si luego del suicidio me abandonan las fuerzas.
Nos veremos en cada síntoma que dispersas
—la negrura del ángel, su corrosivo aroma—,
siempre que no me salves del estado de coma.
Cuando llegue hasta Ulises la fama de Odiseo.
Cuando el susto devenga su propio mausoleo
y en el aire se escuchen los gritos de Sodoma.