“Inmenso y rico
caudal el de los aportes
a la décima, tanto
de los poetas
populares como
de los de la escritura”
(De una entrevista realizada en el 2002,
cuando Naborí cumplió 80 años)
Por Pedro Péglez González
Foto: Tamara Gispert
"En Cuba siempre hubo buenos decimistas, tanto en una como en otra vertiente, desde la larga nómina de improvisadores, muchos de ellos sorprendentes, hasta escritores como Eugenio Florit, los de Orígenes, Nicolás Guillén… es riesgoso decir nombres, porque son muchos. Es un inmenso y rico caudal el de los aportes que dieron a la décima, a lo largo de nuestra historia, tanto los poetas populares como los poetas de la escritura, los que hemos dado en llamar poetas de lo culto. Lo que ha sucedido en las décadas recientes, esa evolución que tú mencionas, con una masividad nunca antes vista en los decimistas, ese enriquecimiento del léxico y esa ansia en la búsqueda permanente de la poesía, parte de aquella herencia, y es resultado directo de
Texto completo de esta entrevista a Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, Premio Nacional de Literatura 1995, mediante este enlace con nuestra sección DECIMACONTEXTO. Naborí es una de las más fieles expresiones de la fusión de lo llamado culto y lo llamado popular en un mismo quehacer creativo. De su poesía escrita es un verdadero clásico este poema —cinco décimas de formato tradicional espineliano escritas en los años 40— que después de varias apariciones en letra impresa, fue recogido por el autor en su volumen Viajera peninsular (Editorial Letras Cubanas, 1990).
LA FUGA DEL
Adónde fuiste, ángel mío,
en la última travesura?
Tal vez quiso tu ternura
mudarse para el rocío.
Te fuiste como en el río
un pétalo de alelí;
y has dejado tras de ti
una estela de cariño,
recuerdo que, como un niño
sin cuerpo, va junto a mí.
Eres, pues, un niño abstracto
y vienes cuando te invoco,
vida intocable que toco
en una ilusión del tacto.
Te veo vivo y exacto
andando a mi alrededor,
y escucho tu voz –rumor
como de ala que se aleja–:
¡qué zumbido sin abeja!
¡qué trino sin ruiseñor!
Es que estás, aunque no estás,
cual vuelo de mariposa
sin mariposa, cual rosa
de perfume nada más.
Te fuiste y conmigo vas,
aunque el mundo no te ve,
ni sabe como yo sé
que, diluido en la brisa,
aún vives, como sonrisa
sin boca, y paso sin pie.
Es todo lo que me queda
de ti: verdad sin verdad;
una como suavidad
de seda, pero sin seda;
aroma de rosaleda
sin más presencia que aroma;
donaire de la paloma,
pero no más que donaire;
niño pintado en el aire
hablándome sin idioma.
Una piedad de la muerte
hay en esto de mirarte
sin mirarte, y de palparte
sin palparte, ni tenerte;
pues evocarte, traerte
por la ruta de un clamor,
es endulzar el dolor
de la ausencia más glacial,
con un sabor de panal
que sólo fuera sabor.
En nuestra sección Decimacontexto, un libro de homenaje al autor: Hasta siempre, Naborí. Sobre su desaparición física en 2005, dos semblanzas: En la muerte del Indio Naborí, por Waldo Leyva, e Inevitable evocación del Indio Naborí, crónica de Alexis Díaz Pimienta.
1 Comentarios:
A la/s 7:58 p.m., Anónimo dijo...
¡Què estremecedores los versos de Naborì¡, ¡què profundidad al pintar la ausencia¡. Merecida esta entrada en tu blog: hay que salvarse del olvido.
Un beso,
Zenia
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