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domingo, febrero 24, 2008

Desde México

Un poema de Samuel Aguilera

Tomado del Rincón de la décima de Yahoo, ofrecemos este texto, combinación de décimas y prosa, del poeta mexicano José Samuel Aguilera.

Ancho mar: tu brava ola
besa la calcárea roca
y en cada beso, la boca
se te vuelve caracola,
porque mitad española
y otra mitad africana
tu espuma, nació antillana
blanca, azul y carmesí
de una estrella que Martí
soñó caribe y cubana.

De joven soñé que todos podíamos ser hermanos; que podíamos volar un mismo cielo y arar una sola tierra. Han pasado los años y sigo soñando que no hay fronteras entre los hombres, que los malos dejan de joder y que los buenos ganan por fin esta batalla. ¡Venga el canto de la noche a moler los granos del café en esta copa que lleno de recuerdos; venga la décima!

Anchuroso litoral
de líquenes insurrectos
en el que mis predilectos
versos saben a tu sal.
Llena la meridional
botija del navegante
y pon el alucinante
fósforo del desamparo
en cada rayo del faro
que rige a tu Comandante.

...Fidel es un dictador que les quita los hijos a sus madres y reparte entre los flojos el pan que tanto trabajo nos ha costado ganar... Algo me decía que no era cierto, porque el pan es de un trigo que viene de las manos de todos, como el maíz que sembramos en mayo porque la tierra es un vientre cálido en que germina la vida. Yo no me tragué los cuentos y me fui a vagar por el malecón de La Habana, nomás por saber de qué color son las verdades.

No hay color en las paredes
que confunda la estación
porque la revolución
es un pájaro sin redes.
Ecuménica y de ustedes
es también patrimonial
y ha sabido ser puntual
Adelita en el deber
y tal vez por ser mujer,
seduce lo espiritual.

Hoy nos dicen que el Comandante se retira —todos nos retiramos alguna vez— que se queda en su casa a fumar esos habanos que le regaló la noche. Yo digo que está bien; yo digo que un guerrero merece tal reposo y que su patria le brinda ese remanso. No sé, Comandante, si desde puntos distantes vemos la misma luna, pero yo pienso en las calles de La Habana. Las hojas de los árboles ruedan a lo largo de su malecón, ese donde escribió su mano: Patria libre o muerte.

Salga a ver al malecón
cómo la ruda marea
se agita y se balancea
bajo la estrella de Orión.
Venga a empuñar el timón
de los astros, Almirante,
y cuadre bien el sextante
en la luna de su mano
hoy que le dice el oceano:
¡Hasta siempre Comandante!

Yo no he visto tan grande al Comandante como esta noche en que eclipsó la luna. Ni siquiera cuando cruzó la manigua disparándole a la rabia sin más estrella que la grande, blanca y solitaria que tiene su bandera. Los malos gringos pueden seguir ladrando. Queda patria para mucho y Comandante para siempre.

No podrá el buitre oscuro
de la garganta alevosa
hacer un nido en la rosa
con su gargantón impuro.
No florecerá en el muro
el dólar, porque el Mambí
alzará los brazos, y
no podrá la ruda fiera
tocar un rayo siquiera
de la estrella de Martí.

Para comunicar por email con el autor: jose_samuel_aguilera@yahoo.com.mx

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