

Inevitable
evocación
del Indio Naborí
Por Alexis Díaz-Pimienta
No puedo evitarlo. Cierro los ojos y veo al Indio Naborí, un anciano hermoso, alto y elegante, con la canicie de los grandes maestros y aquella su ceguera homérica, borgeana, buscando al tacto en los entresijos de mi voz para reconocerme, de la voz de Natalia para reconocerla, evocando en la oscuridad de su mirada los rostros queridos de todos para sorprendernos al decir nuestros nombres sólo al escucharnos. (…)
No. No puedo evitarlo. No quiero evitarlo. No puedo permitirme evitarlo. Sólo me puedo permitir el dolor, la pena, la orfandad, y la impotencia por no poder, yo tampoco, hacer realidad aquellos versos suyos: ¡Y no sembrar un laúd / en tu silencio enterrado / para que en el perfumado / tiempo de la primavera / subas por la enredadera / a decir lo que has callado!
Texto completo de esta crónica de Alexis Díaz Pimienta en nuestra sección DECIMACONTEXTO.
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