La feliz rapsodia
de Felicia
Por Waldo González López
Laureado con el Premio Regino E. Boti 2003 (por un jurado integrado no precisamente por poetas-decimistas y presidido por Lourdes González, con Nelson Simón y Katia Gutiérrez, quienes escriben estas estrofas solo en ocasiones), el decimario Rapsodia en A Menor (Editorial El Mar y
Ante todo, constituye otra prueba irrefutable del talento y la calidad literario/poética de Felicia Hernández Lorenzo (Güines,
Humilde cuaderno por su factura, pero de valía por su contenido, Con irreverencia… sería publicado por las desaparecidas ediciones habaneras de
Dividido en siete secciones, Rapsodia en A menor —desde la dedicatoria del volumen a uno de los primeros innovadores de la décima a partir de 1971: Adolfo Martí Fuentes—, dispone de los principales presupuestos estéticos que ya traía Felicia en su primera salida al mundo: válida asunción de un discurso cultural, abordaje acorde con la modernidad necesaria en la estrofa, lúcida voluntad de desenfado y sentido heurístico, toda vez que la autora es sabedora de la utilidad del humor.
En la décima inicial (Obertura), de este segundo volumen, ello se corrobora: aún sigo irreverente sigo / a medio andar la línea de la vida / la palabra se vierte agradecida / en el quehacer que afirmo y contradigo // si digo diego donde dije digo / si pude decir digo y dije diego / cargo con el revés y con mi ego // sobre el tapiz en verde alucinante / quiero toda la gloria de un instante // hagan juego señores hagan juego
Como era de esperar, el lirismo está presente en su poesía/décima, una prueba de lo cual es Talismán, donde se vale de un epígrafe del poeta matancero Fernando García: Me llega tu voz, murmullo / de levedad misteriosa / (en el jarrón una rosa / aún evoca el olor tuyo). // Ante esa voz, el orgullo / no cuenta ya: desvanece / cuando en la palabra crece / nuestro lento desafío / de ternuras y es un río / de luz donde me amanece.
La plástica toma parte de su discurso, y es uno de los pivotes de su libro. De ahí la inserción de textos dedicados a pintores cubanos: Víctor Manuel (Gitana tropical) y extranjeros: Fragonard (La inspiración), El Greco (El caballero de la mano de pecho), Goya (Las Majas) y Vermeer (La lechera).
Y como no podían faltar la poesía y la música en una poetisa cubana que ama la décima, Felicia, desde su perspectiva contemporánea, opta de muy buena gana por poetas (Serafina Núñez en Fons Rivi), compositores y canciones de otros lares, con citas/préstamos que, a un tiempo, resultan homenajes a autores/trovadores de Latinoamérica (Sencillamente para Violeta Parra, donde incluye un verso de la clásica canción Lo feo, de Teresita Fernández), España: Joan Manuel Serrat (Finale maestoso) y, por supuesto, Cuba.
He ahí sus hermosos homenajes a El Bárbaro del Ritmo y, en ¿El cantar de los pesares?, dispersos en una lectura posmoderna de iconos internacionales, Rita Montaner y Bola de Nieve entremezclados con Beethoven, John Lennon, Víctor Jara…
El amor filial (Hacia la luz) y el erotismo tampoco podían faltar en esta atractiva Rapsodia en A Menor, cuyas décimas Al oeste del Jordán asumen con lucidez el segundo de los temas mencionados. Pero están también la ironía, la nostalgia y otros componentes enriquecedores de su verso, con el que seduce al lector por su contemporaneidad. Y esto es otra prueba irrebatible de la avanzada que se produce, desde décadas atrás, en la décima cubana, la más rica y variada de Hispanoamérica.
Con ello, además, se da un mentís a los ¿poetas, críticos, ensayistas? que aún desconocen la altísima calidad alcanzada por la estrofa en nuestro país, sobre todo por la última de las promociones (la de los ’90), si bien en las anteriores hay muy buenos ejemplos, como la poetisa-decimista güinera.
Con Rapsodia en A menor, ganan la décima cubana,
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