La décima escrita:
Entrevista con
Roberto Manzano
Por Carlos Chacón Zaldívar
carlos.chacon@umcc.cu
—Algunas otras opiniones que quieras expresar sobre el desarrollo general de la décima escrita...
—Muchas cosas se pudieran agregar, porque el asunto sobre el que dialogamos es complejo y está muy urgido de buenas atenciones. Pero podemos insistir en un aspecto importante, que ya no tiene sólo que ver con lo más específico de la vida literaria, sino que extiende sus implicaciones a la evolución de la literatura. En Cuba toda transformación artística generacional siempre tomará una actitud frente a la décima, pues ella está ahí, creciendo en silencio, sobreviviendo a veces heroicamente, nutriéndose de los misteriosos rizomas colectivos, yendo y viniendo de lo oral a lo escrito, cruzando las aduanas o entrando en los más oscuros mantos freáticos de tierradentro. Toda nueva actitud estética dirá, de algún modo, de frente o de soslayo, atacándola o alzándola en andas, qué le parece su existencia. Así lo hemos visto en nuestro más reciente pasado literario, para no irnos muy lejos, porque sería muy fácil detectar esas actitudes en lo que ya es pura literatura, sin la aspereza y vapor de la vida literaria aún viva. Una interesante historia saldría de las relaciones de las corrientes hegemónicas de la poesía cubana del siglo XX con la estrofa, cómo establecieron con ella sus desamores y querencias. No podemos hacerla aquí. Pero podemos dejar fluir algunas ideas, como si fuesen cometas sin desarrollo. Por ejemplo, el origenismo logró libres y dúctiles instrumentos expresivos, y nos ha dejado como patrimonio espiritual una isla configurada en lo trascendente, un alzamiento de lo que nos ocurre, como individuos o colectivamente, hacia lo que somos ya en una comunión más alta. Habiendo pasado por la poesía pura, que con tanto vigor transformó nuestra décima escrita, el origenismo abrigó en su interior a la décima, para producirla como un automático intercambio íntimo o una pequeña almena blanda desde donde mirar asociaciones o rostros de figura más inmediata. Pero el movimiento estético que le siguió, en la misma medida que radicalizaba sus presupuestos más queridos, corriendo a contracanto, persiguiendo como ideal expresivo el discurso periodístico u oratorio, la esquinó en su hora de esplendor. El coloquialismo, como tendencia artística, en su desiderato interior no amaba la décima: no confundirse porque un coloquialista la haya cultivado. Todo lo que hizo un coloquialista en términos productivos concretos no es obligatoriamente parte conceptual del coloquialismo. Y como es natural en cualquier esfuerzo nucleador, siempre brotan disidencias. Algunos coloquialistas tendrán sus devaneos decimísticos, pero cuando ya ha irrumpido la recuperación de la estrofa como espacio estético de interés con los primeros creadores de los setenta, o antes, cuando aún no estaban bien plantados sus horizontes expresivos. Los amantes más antiguos de la estrofa, que venían de
Vea el texto completo de esta entrevista en nuestra sección DECIMACONTEXTO.
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