Danaisa Rojas:
otro paso a la luz
Por Jorge Luis Peña Reyes
Tomado del sitio digital
de Radio Libertad,
Puerto Padre, Las Tunas
Para el poeta, la libertad tiene otros caminos. Viene a ser contraria a lo que todos esperan. Para Danaisa Rojas Ochoa (Puerto Padre, Las Tunas, 1974) la décima es otra dimensión de su búsqueda, de su libertad. Su segundo libro Carne de luz recurre al octosílabo no para limitarse en esa cárcel de aire puro que es la décima.
La estrofa tiene para ella la gracia de extenderle las alas y marcar su aporte, en un volumen diverso que sobresale entre lo que hoy se publica en Las Tunas. Establece la autora coordenadas con su primera entrega editorial (Vigas del invierno, 2003). Su lirismo y preocupación por el amado hablan de su estilo, limpio y sencillo, mas no simple. El Cantar de los Cantares ha sido presentado aquí del suspiro a la declaración, del rocío al manantial, y lo hace con un erotismo sugerente y desinhibido, no hay atisbos vulgares ni revelaciones directas, todo lo filtra su singular manera de decir:
Hombre que sueño,
llega despacio,
contigo sacio
mi raro empeño.
Tala mi ceño,
hombre tranquilo
mira que afilo
mi diente lento,
hombre que siento,
azul titilo.
Si en Vigas del invierno la noche vuelve como una presencia desgarradora, Carne de luz fusiona deseos y amaneceres en un intento de emancipar sombras o convertirlas en su más fiel cómplice. Danaisa apuesta en su juego por la métrica, va del pentasílabo al endecasílabo como quien hace aparecer su voz desde el murmullo y esto le concede al poemario equilibrio y riqueza. Fabrica además un ambiente distinto con un sujeto lírico siempre cercano.
Yo soy la que rompe estrellas
y luego esparce sus luces,
soy la que llena de cruces
tu boca cuando destellas,
la que se pierde en aquellas
oscuridades y escuda
una sonrisa que anuda
la soledad de horas cuerdas,
no me busques, no te pierdas,
soy la tristeza desnuda.
Danaisa no hace demasiado uso del punto, su fluidez solo puede estar atada a la pausa breve que impone la coma. Su discurso poético se derrama en el amor, aunque la familia tiene un espacio en esta relación de instintos luminosos. Si en Vigas de invierno Danaisa le escribe a su madre, aquí lo hace al padre y al hijo; de este último dice:
El hijo es la mansa hoguera
que va y crece ante mi sombra...
...Por él olvidé las veces
que se han quebrado mis huesos.
Con varios premios provinciales y nacionales, Danaisa marca un camino entre las sombras, su luz inocultable y diáfana trasciende tristezas y búsquedas, soledades y temores. Danaisa vuelve a cabalgar con su potro de luz sobre la arena. Siga su paso permanente y limpio como lo hace cada día el sol. Puerto Padre lo agradece y de él dice:
Puerto de rostro pequeño
donde habitan tus gaviotas,
porque pareces que flotas
aún cuando estás dormido
y permaneces dormido
bajo mis pupilas rotas.
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