Renael: limpio
corazón del día

Aunque Renael González Batista nació en Calderón, Holguín, fue en Puerto Padre, Las Tunas —allí ha residido la mayor parte de su fructífera vida—, donde sentó las bases de un quehacer como escritor que lo ha colocado como figura emblemática para la cultura de esa ciudad, para la literatura cubana en general, y en especial para la poesía escrita en estrofas de diez versos. Allí fundó el primer grupo literario de esa villa después del triunfo, en 1959, de la Revolución Cubana. Allí fundó, en 1993, el Grupo Iberoamericano de la Décima Espinel-Cucalambé, con el cual ha logrado crear un fuerte movimiento de poetas decimistas en el municipio, que ya cuenta con títulos publicados en Cuba y otros países, numerosos premios, reconocimientos, y una membresía que incluye poetas de varios países.

Entre los galardones que ha merecido Renael por su obra, figura el Premio Nacional Cucalambé 1993 con su libro Sábado solo, el cual lo confirmó como uno de los autores que abrieron el camino del proceso de revitalización de la décima escrita, vigente hasta nuestros días.

Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, Premio Nacional de Literatura en 1995, el más representativo poeta decimista del siglo XX, quiso resumir en una sola décima la proverbial sencillez con que va por el mundo este hombre grande:

Cuando digo Renael,
limpio corazón del día,
diciendo estoy poesía,
copa de luz y de miel,
alba, rocío, clavel
en prístino despertar,
niño pobre del palmar
que se mudó una mañana
para un pueblo con ventana
a la música del mar.

De Sábado solo, el libro de Renael premiado en el Cucalambé, ofrecemos estas décimas:

CLANDESTINOS

Cansado de amores cojos,
de sueños mancos de un ala;
cansado de untar la bala
enemiga, con los rojos
de mi sangre; si tus ojos
son espejos de luz fina
por los que un hombre-neblina
sueña escapar de su cruz
¿por qué debe ser la luz
que me ofreces, clandestina?

ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA

Tan leve como una sombra
Faílde

Ojalá que no te encuentres
en las brumas donde habitas
cuando a mi mundo de cuitas
a veces quiero que entres.
Que en el olvido te adentres
pide mi voz, si te nombra;
mas, aunque tienda una alfombra
de hilos de luz sobre ti
siempre regresas a mí
tan leve como una sombra.