Los ruidos de
Juan Manuel Herrera
El actual proceso de revitalización de la décima escrita cubana, iniciado entre finales de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo, ha tenido sus adelantados, poetas que dieron con su obra tempranas señales de ese interés, y también sucesos colectivos que influyeron en la nueva coyuntura estética, como el surgimiento en 1993 del Grupo Espinel-Cucalambé, creado en Puerto Padre por esa emblemática figura que es Renael González Batista.
De ambos elementos no es posible hablar sin referirse a Juan Manuel Herrera, nacido en 1955 en Camagüey, formado como escritor en la ciudad puertopadrense, fundador junto a Renael de la mencionada agrupación y merecedor en el lapso aludido, por dos ocasiones, del Premio Nacional Cucalambé, con obras decimísticas que nunca vieron la luz en letra impresa.
Su único libro publicado, La luz me toma (Editorial Sanlope, 1992) está entre los títulos de obligada referencia en la etapa inicial de la revitalización de la estrofa. Sus restantes textos poéticos, incluyendo los concebidos en la modalidad de los diez versos, aparecen dispersos en revistas y antologías. Su proverbial vocación de servicio lo ha llevado a ocuparse más de su faceta de promotor, organizador de espectáculos artísticos y profesor de literatura y cine, que al necesario quehacer de ordenamiento de su propia escritura.
Gracias a su fraternal colaboración —lograda no sin esfuerzos nuestros para rebasar el valladar de su a veces excesiva humildad—, podemos ahora compartir con los visitantes de Cuba Ala Décima este poema de Juan Manuel, concebido en décimas de metro endecasilábico.
RUIDOS
I
Vi caerse domingos desde el techo,
el péndulo, la rama, los anales,
la víscera del clavo, los mortales
después de las luciérnagas y el trecho.
Y me bebí en los tuétanos del pecho
el trago sin final, la incertidumbre.
Doné mi voz, mis aguas y mi lumbre,
mi perro, mis canciones y mi taza
con tal que le devuelvas a la casa
el pan con que engordabas la costumbre.
II
Quién me salva este jueves carcomido
el reverso que marcan estos rumbos,
el húmero sin calcio y estos tumbos
que damos al trasfondo del latido.
Quién desisla mi vaso del olvido,
las horas del balance, la taberna
el canto de la espiga con su tierna
impunidad de sol si ya no coces
mediodías de júbilos y arroces,
si no acuestas tus vicios en mi pierna.
III
Bajo este sol amargo de tu ausencia
medita mi reloj y su resaca
he visto lagrimear entre la opaca
mansedumbre a mi perro y su impaciencia.
Su ladrido de sombra, su impotencia
apuñalan la tarde que retumba.
Ya partieron los ojos, se derrumba
el ajuar de los panes prometidos
que deja por la casa graves ruidos
y esta anciana tristeza que me tumba.
Juan Manuel Herrera se desempeña desde el 2006 como especialista literario en
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