Cuba Ala Décima

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martes, marzo 27, 2007



Carlos Zamora
y sus
caminos

Yo no sé si él sabrá, pero yo al menos no sé decir si Carlos Zamora es un poeta matancero, tunero o habanero: Nació en tierras yumurinas, vivió muchos años en Las Tunas —de cuya Biblioteca Provincial fue director—, y hace ya un tiempo radica en Ciudad de La Habana. Y para más confusión, hizo su carrera universitaria en Santa Clara. Pero no importa. Esas clasificaciones son baldías: es un poeta cubano.

Carlos Zamora Rodríguez (Matanzas, 1962) es Licenciado en Filología en la Universidad Central de Las Villas (1985), poeta, narrador e investigador, y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). La tunera Editorial Sanlope publicó sus cuadernos Fábula del cántaro roto (poesía) y Decires (poesía para niños), ambos en 1991. Por ese propio sello apareció Estación de las sombras (2001), que fuera Mención en el Concurso internacional de poesía Nicolás Guillén (México, 1999). En 1996 mereció el Premio Décima Joven de Cuba.

Sus textos han sido incluidos en numerosas antologías y compilaciones cubanas y extranjeras, entre ellas: Nuevos poetas cubanos (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1994), Poesía cubana hoy (Madrid: Editorial Grupo Cero, 1995), Nuevos juegos prohibidos (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1997), Diez de espada (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1997), Hermanos (Brasil, 1997), Otra vez todo el amor (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1998).

Actualmente labora en la Biblioteca Nacional José Martí como especialista de la Biblioteca Digital. Coordina además las Ediciones Bachiller, de las cuales es fundador.

Gracias a la colaboración de Carlos, podemos compartir con nuestros lectores un poema suyo en décimas de conmovedor aliento filial.


CAMINOS DE MI PADRE

Padre, présteme el sombrero.
Renael González

Sin huella para el sombrero
viajé con él. Dejé ilesas
noches duras; mías, presas,
las mañanas. El sendero
–cuerda floja en aguacero–
me oculta el fin: el abrazo
del principio. No el retazo
puede llenarme el camino,
sólo mi sangre en un trino
lucirá sombrero, acaso.

Cabalga el aire su aroma.
Mi casa... qué yerba canta
sobre su pie. Se levanta
el humo del tiempo. Asoma
el hombre; su rostro toma
la deuda: quedo desnudo.
Mi padre desata el nudo,
pierdo el reloj. Voy con él.
Mi padre, el camino aquel...
digo mi nombre y acudo.

Canto ocre, de ciudad,
guarda el amor de bolsillo.
Por el rostro cuenta un trillo
toda su historia; la edad
cobrándome su verdad:
“Libro de coces, la vida”.
De puerta abierta, convida
mi padre a tomar el coro
del refrán: “Es sal el oro,
la riqueza es su medida”.


Para comunicarse con el autor por vía email, utilice la dirección cazaro@cubarte.cult.cu

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