Cuba Ala Décima

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viernes, febrero 02, 2007


Seiba, de Isbel Díaz Torres

El joven poeta Isbel Díaz Torres, nacido en Pinar del Río en 1976, actualmente especialista en Informática de la Dirección Municipal de Cultura en Plaza de la Revolución y colaborador destacado del Grupo Ala Décima, es también un licenciado en Biología que libra admirables batallas contra la tala indiscriminada de árboles, como la que se produjo recientemente sobre un vetusto ejemplar en San Agustín, su barrio capitalino de residencia. Sobre este tema, Isbel ha creado un boletín titulado El guardabosque, que circula por vía electrónica. Los interesados pueden solicitárselo mediante la siguiente dirección email: dmcplaza@cubarte.cult.cu

A continuación ofrecemos su poema en décimas endecasilábicas y rimas asonantes Seiba, que forma parte de su poemario inédito De los árboles, en el cual se refleja la vocación por la protección medioambiental que anima a este joven y talentoso autor.



SEIBA


(muerte)
Despliégase el silencio de la seiba
entre la noche, cuya luz corona
a la seiba misma, y su pecho adorna
de silbos tenues. La umbría venera.
Es un culto ancestral en que se enredan
exequias y celajes misteriosos,
un peinarse lento del árbol solo
al final del ave y su leve trino,
es el verde a la sombra como un hijo,
una tabla de pan, de muerte un soplo.


(árbol)
Ha cesado la ofrenda, su caída
hacia la tierra, su río ha cesado,
se adentra ahora a alimentar al árbol
que preside el paisaje en agonía.
Ya no hay calor afuera, pero encima
tañe en la magia de la brisa un eco,
mordiendo el tronco, acariciando el suelo
sin acceder a la raíz oscura:
pide entonces el centro de la lluvia
en la seiba romper callado un beso.


(juventud)
Sus ramas las espinas amurallan,
el tronco adolescente también duele,
primero pez desnudo, espino agreste,
después zarza titánica entre zarzas.
El verde a la corteza aún se amarra
y tiñe enamorado las agujas:
es vano tanto amor si las alturas
habrá de penetrar en pocos años
la seiba voluptuosa que sin manos
de espinas y de verdes se desnuda.


(nacimiento)
Una pluma, en allegro se descorre,
arranca de la altura un botón tierno,
crisálida viajante, justo yerro
de niño que albedrío y viento escoge.
El éxodo es aquí tan sólo un pobre
ademán en las nubes vespertinas
que acogen al embrión a la deriva,
y llévanlo hasta el tiempo y hasta el sitio
donde habrá de emerger, si hay cielo limpio,
la savia congelada en la semilla.

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