Cuba Ala Décima

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lunes, febrero 05, 2007

Autorretrato con piel de máscara

De Toque de queda, de Carlos Esquivel Guerra (Elia, Las Tunas, 1968), libro que obtuvo en el 2005 el Premio Iberoamericano Cucalambé, el más alto galardón que se confiere a poemarios escritos en décimas. Publicado por la Editorial Sanlope en el 2006, está prevista su presentación en esta XVI Feria Internacional del Libro, en su etapa inicial de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en La Habana, Cuba. Según el programa dado a conocer, la presentación de Toque de queda será el sábado 17 de febrero, a las 2 y 30 de la tarde, en la sala José Lezama Lima. Libro de conexiones múltiples, como lo calificara el autor, de ello es una muestra este poema, que recontextualiza un tema trabajado por Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, en una conocida secuencia de sonetos: No me importa morir y que me olviden/ sino morir y no tener memoria.


AUTORRETRATO CON PIEL DE MÁSCARA

Según Borges, uno se pasa el 80 % de la vida imitando a los demás. Mis poemas navegan por esas aguas. Algunos, o muchos, Dios o Borges saben. He jugado a inventar a Enrique Gil, López de Ayala, Moratin, Juan de Encina, algunos romanceros, Quevedo, Machado, Gerardo Diego, y más. Puro truco, puro remake, puro barco español. Y, acaso, la imitación sea la salida más original ante el otro 20 % desgastado y con límites. De Jesús Orta Ruiz tomo en préstamo algunas deducciones sobre el olvido.


¿Qué eres, olvido, ante mí?
¿Una pregunta, otro nombre
exótico o aquel hombre
hecho de pus y de ti?
¿La voz que no preferí,
el vino breve y un falso
conjuro? ¿El fervor descalzo,
o la estatua envejecida?
¿O una demencia vendida

al redoble del cadalso?

¿Oveja? ¿Lobo? ¿Pastor?
¿Repugnancia? ¿Mosca? ¿Errata?
¿La bala que no me mata?

¿El dolor que da el dolor?
¿Piedra de vejez? ¿Rencor?
¿Insecto? ¿Consigna? ¿Ultraje?
¿Lepra? ¿Herrumbre? ¿No lenguaje?

¿No poema? ¿No dialecto?
¿El epitafio perfecto?
¿O la ausencia para el viaje?

Tendré que olvidar los muertos,
los vivos, los que vendrán,
o aquellos que escucharán

mi relámpago en los puertos.
Tendré que olvidar inciertos
y alumbrados acertijos,
saltar por los escondrijos

y antes que la noche suba,

tendré que olvidar a Cuba,
la noche, a Dios, a mis hijos.

Los dos fuimos lo contrario:
un parto de la locura,

o la vieja sepultura
llamándonos a diario.
Fui yo con el obituario

a renombrar lo vivido:

una cumbre, el estallido,

padres, hijos, casa, nombre,
una patria, un Dios, y un hombre
con memoria en el olvido.

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