
Los concursos, ¿suficientes o insuficientes?
En los años 70 y 80 y hasta principios de los 90, el concurso 26 de Julio de las FAR incluía entre sus géneros la décima y sin duda en ese lapso fue un importante factor de promoción de la especialidad. No hay que olvidar que un título pinacular como Alrededor del punto, de Adolfo Martí Fuentes, fue premiado en ese certamen (1971) y publicado a resultas de ese lauro. Y esto por sólo mencionar un libro de los muchos que vieron la luz por esta vía en las apuntadas décadas, varios de ellos de significación para la historia de la estrofa.
Una vez que el 26 de Julio prescindió de esta modalidad en sus convocatorias, quedó el concurso nacional Cucalambé como el más importante, seguido en rango, a mi juicio, por el concurso nacional Fundación de
De estos dos últimos certámenes, no obstante, ha sido el Cucalambé, por anual y especializado, el que más ha marcado la ruta crítica de la espinela escrita y sus variantes en la finisecularidad cubana, dando a la luz decimarios de alto vuelo, algunos de los cuales significaron puntos de obligada referencia en los 90: Donde rompe la crecida (Domingo Mesa), Sábado solo (Renael González), Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Alexis Díaz Pimienta y David Mitrani), El mundo tiene la razón (Ronel González y José Luis Serrano), Sueños sobre la piedra (Alberto Garrido) y Perros ladrándole a Dios (Carlos Esquivel).
Estos, y en general todos los títulos aparecidos como resultado de los premios nacionales Cucalambé —así como algunos decimarios que han visto la luz por vía de otros concursos—, son cumbres visibles de un proceso en el cual intervinieron factores como el surgimiento de una promoción de poetas nacidos en los 60 y los 70, que emergieron en los
A este devenir se sumó, en el terreno institucional, la creación en 1993 de
De todo ello, como resultado lógico y entre otros factores, se derivó el carácter iberoamericano con que se dotó en el 2000 al concurso Cucalambé, convertido de esta forma en una suerte de equivalente decimístico del Premio Casa de las Américas. Esto último, por cierto, tiene una significación de la cual, a mi juicio, no se es suficientemente consciente en el ámbito cultural de la nación, incluido el propio movimiento nacional de cultivadores de la estrofa, limitación en la que interviene el hecho real de no se haya alcanzado una difusión efectiva que propicie una mayor participación de obras de los muchos escritores de otros países iberoamericanos que privilegian con su pluma a la poesía en décimas.
Otros certámenes de menor formato (convocatorias de hasta 30 estrofas) también han contribuido dentro del país a las necesidades promocionales de la espinela y sus variantes, desde los establecidos en los 90 por la propia Casa Iberoamericana de
De lo antes dicho, se colige que concedo a los concursos una importancia fundamental, al menos en los tiempos literarios que corren. Por una parte, como termómetros del nivel en que estamos en cada momento; por otra, como factor de difusión de lo más valioso de la creación escritural decimística para toda la nación, si es que sus auspiciadotes logran la reproducción de las obras premiadas. De la magnitud con que lo logren, por supuesto, dependerá la eficacia de esa difusión, que sean más o menos los que se enteren de qué está pasando con la décima escrita en el país. Siempre recuerdo con amargura que un libro significativo como El mundo tiene la razón sólo alcanzó una tirada de 600 ejemplares.
Y es que, lamentablemente, el proceso de revitalización de la décima escrita coincidió en el tiempo con el período de depresión editorial registrado en Cuba como parte de los efectos múltiples en la economía cubana a resultas de la desaparición de la antigua comunidad socialista y la consiguiente unipolarización del mundo. Por suerte, de esa depresión editorial ha venido saliendo el país en los años recientes, cuando todavía el proceso de revitalización de la décima escrita se encuentra en una etapa de expansión.
Por tanto, a mi modo de ver, el asunto no está tanto en si son suficientes o insuficientes las citas competitivas, que a mí no me parecen pocas. El talón de Aquiles está en qué sucede después del acto de premiación, en cada caso. La difusión sigue siendo ínfima, y de esto deben sentirse responsables tanto los organizadores como los que tienen por oficio la difusión. Y no me refiero a la difusión de la relación nominal de resultados, sino a lo que debe hacerse para que las excelencias de los textos premiados no queden en el paladar de jurados y organizadores.
Para cualquier información sobre este libro u otro de
librolt@tunet.cult.cu
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