Cuba Ala Décima

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domingo, enero 21, 2007


Los concursos, ¿suficientes o insuficientes?


Del libro El drama del iceberg,
de Pedro Péglez González

(Editorial Sanlope, Las Tunas, 2006)

En los años 70 y 80 y hasta principios de los 90, el concurso 26 de Julio de las FAR incluía entre sus géneros la décima y sin duda en ese lapso fue un importante factor de promoción de la especialidad. No hay que olvidar que un título pinacular como Alrededor del punto, de Adolfo Martí Fuentes, fue premiado en ese certamen (1971) y publicado a resultas de ese lauro. Y esto por sólo mencionar un libro de los muchos que vieron la luz por esta vía en las apuntadas décadas, varios de ellos de significación para la historia de la estrofa.

Una vez que el 26 de Julio prescindió de esta modalidad en sus convocatorias, quedó el concurso nacional Cucalambé como el más importante, seguido en rango, a mi juicio, por el concurso nacional Fundación de la Ciudad de Santa Clara, que con frecuencia bienal ha estado incluyendo la variante poética decimística en sus convocatorias. Gracias a la cita villaclareña se han dado a conocer excelentes decimarios como Libro de cruel fervor (Jesús David Curbelo), Soldado desconocido (Yamil Díaz) y Aneurisma (José Luis Serrano), por sólo mencionar algunas de las obras allí galardonadas y publicadas.

De estos dos últimos certámenes, no obstante, ha sido el Cucalambé, por anual y especializado, el que más ha marcado la ruta crítica de la espinela escrita y sus variantes en la finisecularidad cubana, dando a la luz decimarios de alto vuelo, algunos de los cuales significaron puntos de obligada referencia en los 90: Donde rompe la crecida (Domingo Mesa), Sábado solo (Renael González), Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Alexis Díaz Pimienta y David Mitrani), El mundo tiene la razón (Ronel González y José Luis Serrano), Sueños sobre la piedra (Alberto Garrido) y Perros ladrándole a Dios (Carlos Esquivel).

Estos, y en general todos los títulos aparecidos como resultado de los premios nacionales Cucalambé —así como algunos decimarios que han visto la luz por vía de otros concursos—, son cumbres visibles de un proceso en el cual intervinieron factores como el surgimiento de una promoción de poetas nacidos en los 60 y los 70, que emergieron en los 90 a la literatura del país (o mejor, a la vida literaria del país, para aplicar una aguda precisión del profesor Roberto Manzano), y entre cuyas premisas, explícitas o no, estaba el rescate de la estrofa para la expresión escritural y su revitalización por diversos procederes, entre otros, la ruptura del esquema gráfico-sintáctico-sonoro de la décima tradicional (apuntado con acierto por el investigador Waldo González López en su prólogo a El mundo tiene la razón), la ampliación de los rumbos ideotemáticos, con apego a los asuntos existenciales, y la renovación del universo tropológico, con un saldo de elevación de los niveles estéticos del discurso poético decimístico, hasta borrar prácticamente la diferencia que lo separaba, en décadas anteriores, de la poesía en versos libres.

A este devenir se sumó, en el terreno institucional, la creación en 1993 de la Casa Iberoamericana de la Décima, en Las Tunas, con su subsecuente implementación de los vínculos con otras regiones de Iberoamérica de tradicional cultivo de la espinela, fundamentalmente en su variante oral, extensión esta que se complementaría más adelante, en el año 2001, con la fundación del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, del Ministerio de Cultura.

De todo ello, como resultado lógico y entre otros factores, se derivó el carácter iberoamericano con que se dotó en el 2000 al concurso Cucalambé, convertido de esta forma en una suerte de equivalente decimístico del Premio Casa de las Américas. Esto último, por cierto, tiene una significación de la cual, a mi juicio, no se es suficientemente consciente en el ámbito cultural de la nación, incluido el propio movimiento nacional de cultivadores de la estrofa, limitación en la que interviene el hecho real de no se haya alcanzado una difusión efectiva que propicie una mayor participación de obras de los muchos escritores de otros países iberoamericanos que privilegian con su pluma a la poesía en décimas.

Otros certámenes de menor formato (convocatorias de hasta 30 estrofas) también han contribuido dentro del país a las necesidades promocionales de la espinela y sus variantes, desde los establecidos en los 90 por la propia Casa Iberoamericana de la Décima (Décimas para el amor, Décimas a mi ciudad, Décima Joven de Cuba), pasando por algunos promovidos por instituciones locales, como el Francisco Pereira, de la Casa de la Cultura de Nueva Paz, La Habana, hasta llegar a los más recientes: el Villazul, de Puerto Padre, Las Tunas, con carácter iberoamericano y auspiciado por el Grupo Espinel-Cucalambé, el concurso nacional organizado por el grupo de poetisas Décima al filo, de Guáimaro, Camagüey, o el concurso nacional Ala Décima.

De lo antes dicho, se colige que concedo a los concursos una importancia fundamental, al menos en los tiempos literarios que corren. Por una parte, como termómetros del nivel en que estamos en cada momento; por otra, como factor de difusión de lo más valioso de la creación escritural decimística para toda la nación, si es que sus auspiciadotes logran la reproducción de las obras premiadas. De la magnitud con que lo logren, por supuesto, dependerá la eficacia de esa difusión, que sean más o menos los que se enteren de qué está pasando con la décima escrita en el país. Siempre recuerdo con amargura que un libro significativo como El mundo tiene la razón sólo alcanzó una tirada de 600 ejemplares.

Y es que, lamentablemente, el proceso de revitalización de la décima escrita coincidió en el tiempo con el período de depresión editorial registrado en Cuba como parte de los efectos múltiples en la economía cubana a resultas de la desaparición de la antigua comunidad socialista y la consiguiente unipolarización del mundo. Por suerte, de esa depresión editorial ha venido saliendo el país en los años recientes, cuando todavía el proceso de revitalización de la décima escrita se encuentra en una etapa de expansión.

Por tanto, a mi modo de ver, el asunto no está tanto en si son suficientes o insuficientes las citas competitivas, que a mí no me parecen pocas. El talón de Aquiles está en qué sucede después del acto de premiación, en cada caso. La difusión sigue siendo ínfima, y de esto deben sentirse responsables tanto los organizadores como los que tienen por oficio la difusión. Y no me refiero a la difusión de la relación nominal de resultados, sino a lo que debe hacerse para que las excelencias de los textos premiados no queden en el paladar de jurados y organizadores.

Para cualquier información sobre este libro u otro de la Editorial Sanlope, usted puede comunicarse con esa casa editora mediante el email:
librolt@tunet.cult.cu

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