Cuba Ala Décima

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jueves, enero 25, 2007


Adelantos de la Feria:
Toque de queda


Nos escribe Carlos Esquivel (Elia, Las Tunas, 1968), destacado poeta, narrador e investigador que a sus muchos lauros sumó en el 2005 el Premio Iberoamericano Cucalambé con su decimario Toque de queda, publicado por la Editorial Sanlope el año pasado y que se presentará, según nos informa Carlos, en esta XVI Feria Internacional del Libro, en su etapa inicial de la fortaleza de La Cabaña. A manera de adelanto, ofrecemos el poema Últimos días de una casa, de las primeras páginas del libro.


ÚLTIMOS DÍAS DE UNA CASA

Una casa es como un país. La Loynaz. 9 de marzo de 1981. Una carta a Julio Orlando Martínez Malo.



La casa es como un país

abarrotado de ausencia.

La casa me diferencia
de la nieve cuando es gris.

La casa es mi cicatriz
desde algún barco remoto.

La casa es el puente roto,
y es el vino, y es el pan.

Es los muertos que no esán
pero viven en la foto.


La casa es como un cuchillo
que despedaza por dentro,
es mi madre sobre un centro
de pesadumbre, es el trillo
hacia el pobre molinillo
donde mi padre invisible
teje un himno, es la creíble
caída de toda nieve,
es la libertad tan breve,
es otro viaje imposible.


La madre, el padre, el arroz,
ellos son también la casa,
y humedecen una masa
para el invierno de Dios.

La casa tiene mi voz,
mi silencio y mi visaje
hasta un país sin paisaje.

Acaso queda en el rezo
carcomido como un hueso.
O en el pesebre del viaje.


El perro que no murió,
la nube por ese hermano
si no supo desde el piano
la casa que lo inventó.

Mi padre siempre partió
en busca de un acertijo.
Ya era casa, ya era el hijo
sobre la ausencia fingida.

Casa: dolor y partida,
todo en el mismo amasijo.


Casa: lugar de la ausencia
que fluye y jamás me nombra.
Siempre habitas una sombra
que el extravío sentencia.
Los nombres de mi existencia
ya no van a detenerte.
Existe una casa inerte,
una lámpara, una nube:
son cosas que siempre tuve
y las llevará la muerte.


Y qué dejé sin olvido
en el Dios que balbuceaba:
¿un mar? Pero el mar se acaba.
¿Acaso quedó el sonido
de una isla que ha dormido?

Todo es un viaje otra vez.
Todo es ser casa y después
ser casa para ese olvido.
Como el hombre que ha fingido
ser su casa en la vejez.


Casa: ante ti sólo queda
polvo del sueño lejano
y una foto sobre el piano
perdido entre la humareda.
Casa sin mí, qué nos queda:
una cruz, el cuerpo fijo,
un tiempo que nos maldijo,
y lo que di al universo:
mi única forma del verso,
la casa, un árbol, y el hijo.

1 Comentarios:

  • A la/s 8:29 p.m., Anonymous Anónimo dijo...

    Compañer@s:

    He leído con enorme placer este poema de Carlos Esquivel. Sin ser hábil crítico, ni mucho menos, quiero plasmar aquí mis razones:

    1) Fui capaz de entenderlo. Con todos sus sofisticados recursos literarios, comunica ideas y emociones de una manera directa, sobre un tema tal vez mundano pero de enorme carga subjetiva. Tal vez no comprendí cada detalle (¿qué caída de nieve?) pero yo nunca exijo perfecta claridad de un poema: exijo belleza, sorpresa, y destreza.

    2) Al releerlo varias veces voy captando más cada vez. Es una obra aparentemente directa pero tiene hondura y sutileza.

    3) A pesar de unas variaciones menores con el manejo de los versos en la página, es perfectamente cantable y creo que serviría muy bien como texto oral.

    4) Me alegra saber que haya ganado el premio Cucalambé 2005, no sólo porque el autor se lo merece, sino porque me sugiere (si estas décimas son representativas del libro entero) que el jurado tiene criterios amplios. O sea, en 2004 ganó Pedro Péglez con una obra igualmente magistral pero de corte muy diferente.

    5) El poema de Carlos me recordó una décima del español Jorge Guillén, de la generación de 1927. En la forma no tiene nada que ver (una sola estrofa, puro encabalgamiento) pero vibra con la misma melancólica nostalgia, mundana pero misteriosa, ¿verdad?

    BEATO SILLÓN
    Jorge Guillen

    ¡Beato sillón! La casa
    corrobora su presencia
    con la vaga intermitencia
    de su invocación en masa
    a la memoria. No pasa
    nada. Los ojos no ven,
    saben. El mundo está bien
    hecho. El instante lo exalta
    a marea, de tan alta,
    de tan alta, sin vaivén.

    ¡Saludos! Me encanta esta página y la visito a diario.

    Philip Pasmanick
    rumberomenor

    http://www.deciman.blogspot.com/

     

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